Le hicieron un transplante de corazón
y ahora le baila en el pecho.
Se lo sujeta con pinzas de la ropa
-rojas y azules, venas y arterias-
pero cada vez que la ve,
todos los días sobre las cinco,
las pinzas caen hasta sus pies
y tiene sólo ocho segundos para colocárselas.
Por eso decidió volver a operarse
y ahora ya no siente nada,
salvo la completa seguridad
de que durante seis o siete años más
vivirá solo con el corazón 'en su sitio'.
Pues ahora debe arrepentirse, porque ya ni le baila el corazón, ni siente nada cuando son las cinco (de la tarde, como en el "Llanto por Ignacio Sánchez Mejías" de Lorca).
ResponderEliminarUna pena, vaya.
buenííííííííííísimo, pues que viva solo.
ResponderEliminarNo voy a negar que a veces me tengo que agachar a recoger pinzas. Pero prefiero sufrir de los riñones que dejar de ser como soy. Aunque ser como soy no sea especialmente ventajoso, me gusta. Como me gusta este poema.
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