lunes, 30 de mayo de 2011

Invidencia a la cacea


Hay un ciego abajo en mi calle
que solo piensa en ver y en comer.
A veces me entretengo dejando caer,
desde la ventana,
un sedal y en el sedal un anzuelo y en el anzuelo un trozo de carne y en la carne un poco de salsa de cabrales,
para que huela más fuerte.
Puedo estar varios minutos engañándole,
moviendo el señuelo aquí y allá,
y él nunca deja de seguirlo
infatigable con sus gafas de sol y sus golpecitos de bastón en la acera.

Llega un momento en que me cansa el juego
y entonces dejo caer el cebo
para que lo coma tranquilamente.
Pero algún día conseguirá alcanzarlo
antes de que me aburra:
ese día lo subiré hasta la ventana
y me lo comeré.

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