
A veces lloras,
y entonces pongo bajo tu cara
muy discretamente
una página cualquiera
de la guía de carreteras
de España y Portugal,
mil novecientos noventa.
Así tus lágrimas caen al azar
sobre pueblos, ciudades,
olivares y reservas naturales.
A veces lloras,
y siempre,
al día siguiente
voy a esos lugares
que tus ojos eligieron,
y pregunto a las gentes de la zona
por qué estás tan triste,
pero nunca nadie sabe contestarme.
Chica, eres todo un misterio.