Imagínatelo por un momento:
yo
con un jersey de lana,
tumbado en la arena
bajo un sol como de desierto
con las manos atadas a la espalda.
Y toda esta arena infinita
pertenece al interior
de un antiguo reloj,
sobre la mesa de un salón
que pide a gritos
una,
o dos,
o tres manos de pintura.
Toda la casa,
el pueblo entero
pide algo a gritos
desde la húmeda desolación
del fondo del valle,
prácticamente olvidado
y rodeado de alambradas
tras la guerra que rodó
por encima del país.
Un país azotado desde entonces
por sequía, incendios, plagas
y niveles peligrosos
de radiación gamma.
Un país en cuarentena,
deshabitado e inerte,
por el bien del planeta.
Y del planeta al sistema,
de la galaxia al universo.
Y detrás del universo,
tú.
Pero el círculo no se cierra
porque no es ningún círculo,
todo es recto y lineal
y yo ni siquiera sé
cómo quitarme este maldito jersey.