Vivía siempre con miedo a darse un buen trompazo,
si caía desde allí tendría que dejarlo todo, para siempre.
Y dar explicaciones,
y devolver las llaves.
Pensó entonces en su boca y se agarró fuerte a su paraguas,
olió su pelo,
toco su piel,
puso un pie detrás de otro, apagó la lamparita y después
se dejó caer.
Buff, pues se han humedecido un poco los akais, amigo...
ResponderEliminarM
¡Cuánta nostalgia nostálgica!
ResponderEliminarSiempre me impresionan esos textos tan suyos, querida Norma.
Es que Norma es mucha Norma ;)
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